CONCIERTO DE INICIO DE TEMPORADA / OCM
La Orquesta Clásica del Maule inaugura su nueva temporada con un cautivador programa dirigido por Francisco Rettig.
La audiencia podrá disfrutar de la versatilidad de la orquesta en diferentes formatos, incluyendo quinteto de vientos, quinteto de cuerdas y orquesta de cuerdas.
El programa se inicia con la interpretación de “Tres Piezas Breves para Quinteto de Vientos” (1930) del compositor francés Jacques Ibert.
Continuando en honor al bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner, se presentará el emotivo Adagio del Quinteto de Cuerdas, WAB 112 en Fa mayor (1884).
Para concluir, la orquesta enfrenta el desafío de interpretar por primera vez el vibrante “Divertimento para Orquesta de Cuerda, Sz.113 BB.118” (1939) del destacado compositor húngaro, Béla Bartók.
BICENTENARIO DE ANTON BRUCKNER: EL EXCÉNTRICO GENIO MUSICAL DEL SIGLO XIX
Anton Bruckner, nacido en 1824, emergió como un gigante en la historia de la música del siglo XIX, pero su camino hacia la trascendencia fue marcado por la incomprendida genialidad y la perseverancia. Criado en un entorno musical en Ansfelden, Austria, Bruckner demostró su destreza como organista desde temprana edad, cultivando un amor por la música eclesiástica y de órgano.
Aunque inicialmente enfrentó desafíos y críticas en Viena, su carrera despegó cuando se convirtió en organista en el Monasterio de San Florián. Destacó por habilidad para la improvisación en el órgano, ganando fama no solo en Viena, sino también en ciudades europeas.
Bruckner, un romántico excéntrico, vivió en un mundo propio. Sin embargo, su enfoque inquebrantable en la creación musical y su devoción a sus raíces austriacas lo distinguieron como una figura única en la alta sociedad vienesa.
A pesar de los desafíos y la resistencia inicial, Bruckner perseveró, creando sinfonías que desafiaban las convenciones de la época. Su reconocimiento llegó tarde, a los 60 años, con el éxito de su 7.ª Sinfonía en Leipzig. El emperador Francisco José I finalmente le otorgó reconocimientos oficiales y apoyo financiero.
Bruckner murió en 1896, pero su legado perdura. Su música, descrita como una fusión de tradición y vanguardia, demostró ser visionaria. Su influencia se extendió mucho más allá del siglo XIX, consolidándolo como uno de los mayores innovadores de la música clásica.